En un entorno económico lleno de incertidumbres y oportunidades, invertir en commodities se ha convertido en una estrategia clave para diversificar carteras y proteger el patrimonio. La década de 2020 redefine el concepto de refugio financiero, con el oro y la plata demostrando su capacidad para resistir choques de mercado y aprovechar tendencias globales.
Este artículo ofrece un análisis profundo de la situación en 2025, los factores que están impulsando los precios, las mejores estrategias de inversión y un vistazo a otros metales relevantes más allá del dúo dorado.
El año 2025 marca un hito para los metales preciosos. El precio del oro superó máximos históricos, cotizando entre 3.600 y 4.059 dólares por onza. Este ascenso refleja tanto un sentimiento defensivo de los inversores como una búsqueda de diversificación ante la volatilidad de los mercados tradicionales.
La rentabilidad acumulada en 2025 supera el 36%, mientras que los fondos ligados al oro han registrado retornos de hasta 110%. Analistas de instituciones como Bank of America y Goldman Sachs apuntan a un objetivo de entre 4.000 y 5.000 dólares para 2026, si persisten los déficits fiscales y la migración de capitales desde bonos hacia activos sin rendimiento.
La historia del oro como valor refugio durante crisis financieras se reafirma en periodos críticos: en la burbuja tecnológica (2000-2003), en la crisis global de 2008-2011 y durante la pandemia de COVID-19. Cuando el S&P500 cayó un 36,4% en 2000-2003, el oro subió un 20,1%.
La demanda del oro se canaliza principalmente hacia la joyería (50%), con China e India a la cabeza; un 10% se utiliza en tecnología y el resto en inversión y reservas de bancos centrales.
Por su parte, la plata se cotiza por encima de 51 dólares por onza, rompiendo niveles no vistos desde 2011. En el primer semestre de 2025, los ETF y ETP incorporaron 95 millones de onzas, superando todo lo registrado en 2024. Con un volumen de más de 40.000 millones de dólares en tenencias, la plata ha subido casi un 40% en lo que va de año.
La demanda industrial de plata ronda los 700 millones de onzas, impulsada por sectores como la energía fotovoltaica, la tecnología médica y la electrónica avanzada. Este uso intensivo provoca déficits estructurales año tras año, haciendo de la plata un metal con doble carácter: commodity industrial y reserva monetaria.
La actuación de los bancos centrales, especialmente la Reserva Federal, ha sido decisiva. Existe consenso para recortes de tipos en 2025, lo que favorece a los activos sin rendimiento como el oro y la plata. Asimismo, el dólar se ha debilitado frente a otras divisas, encareciendo el metal para compradores internacionales.
La persistente inestabilidad geopolítica —desde tensiones comerciales hasta conflictos regionales— refuerza la demanda de refugio. En el caso de la plata, el déficit estructural de la oferta industrial genera presiones alcistas adicionales, ya que la demanda en energías renovables y tecnología médica crece sin freno.
Para proteger ganancias y limitar pérdidas, es clave implementar stop-loss en niveles técnicos, monitorear el comportamiento del dólar y tasas de interés, y diversificar entre estrategias de momentum, rango y valor relativo.
Para el oro, la senda alcista podría prolongarse hasta los 4.000-5.000 dólares por onza en 2026, siempre que persistan los déficits fiscales y la demanda de refugio. La plata, con soportes en 45-48 dólares y resistencias en 55-60 dólares, tiene potencial para superar los 60 dólares si siguen los flujos de ETF y la presión industrial.
En términos históricos, el oro ha multiplicado su valor por 16,5 veces en cinco décadas, con una rentabilidad anualizada de 5,8%. La plata experimenta picos superiores en ciclos alcistas, aunque su rentabilidad a largo plazo se sitúa por debajo de la renta variable, que ofrece un 10,3% anualizado.
El cobre se ha ganado el calificativo de "estrella industrial" por su rol en la transición energética. En 2025, ha mostrado tensiones en la oferta y alta volatilidad de precios.
Platino y paladio siguen siendo fundamentales en el sector automotriz y tecnológico, con perfiles de riesgo y liquidez distintos. Para inversores que buscan diversificar aún más su cartera de commodities, existen fondos multimetal y ETFs temáticos que agrupan metales preciosos e industriales acorde al perfil de riesgo.
Invertir en commodities como el oro y la plata ofrece una combinación de protección y oportunidad. La diversificación entre metales y clases de activos, junto con una adecuada gestión de riesgos, permite afrontar la volatilidad global y aprovechar tendencias de largo plazo.
El conocimiento de los factores macroeconómicos, las dinámicas de demanda industrial y las estrategias de inversión es esencial para sacar el máximo provecho. En un mundo cada vez más impredecible, contar con metales preciosos en cartera es una manera de blindar el patrimonio contra la incertidumbre y captar el potencial alcista de los mercados.
Referencias