En 2025, las remesas globales superaron el medio billón de euros anuales, estableciendo un nuevo récord y superando ampliamente la ayuda oficial al desarrollo. Estos flujos de dinero representan la conexión más tangible entre migrantes y sus familias, y constituyen un verdadero salvavidas para millones de hogares en Latinoamérica y el Caribe.
Más allá de cifras, cada envío de fondos carga consigo historias de esfuerzo, esperanza y solidaridad. En esta guía, exploraremos datos clave, casos reales, buenas prácticas y perspectivas, para que tanto familias receptoras como formuladores de políticas puedan aprovechar al máximo este recurso.
Las remesas mundiales alcanzaron un récord histórico de flujos en 2025, cinco veces superiores a la asistencia oficial. Latinoamérica y el Caribe recibieron US$174.400 millones, un crecimiento interanual del 7,2% que marca dieciséis años consecutivos de expansión.
Sin embargo, la proyección de políticas migratorias más estrictas en Estados Unidos, origen del 56,7% de estos flujos, anticipa una moderación en el ritmo de crecimiento.
En el plano microeconómico, las remesas actúan como cobertura de necesidades básicas, elevando significativamente el ingreso mensual de los hogares receptores. Datos de campo muestran incrementos de hasta 100% en la capacidad de consumo.
Los fondos suelen destinarse de la siguiente manera:
Historias reales ilustran este impacto: una madre nicaragüense duplica su presupuesto para alimentos gracias a 200 US$ mensuales; un joven en Honduras paga facturas médicas con 130 euros semanales de España.
En Nicaragua y Honduras, las remesas representan más del 25% del PIB, situándose como el motor principal de la economía nacional. En 2025, Honduras reportó un aumento del 26% interanual y El Salvador casi un 18%, lo que se traduce en estabilidad social y reducción de la pobreza.
Por su parte, México experimentó una caída del 4,5% en envíos, afectando a 4,5 millones de hogares. No obstante, países como Colombia y Ecuador registraron crecimientos del 12,9% y 21% respectivamente, reforzando sectores productivos y equilibrando la balanza de pagos.
La digitalización y la competencia entre proveedores han abaratado costos y acelerado tiempos de transferencia. Sin embargo, para maximizar cada euro o dólar enviado, es vital seguir estas recomendaciones:
Así, no solo se cubren gastos inmediatos, sino que se impulsa un ciclo virtuoso de desarrollo local.
El endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos y Europa plantea un riesgo latente. Se estima que una reducción del 1,8% en flujos podría afectar la estabilidad de economías pequeñas y la liquidez de hogares vulnerables.
Para anticipar este escenario, se proponen:
De este modo, las economías receptoras ganan resiliencia frente a variaciones externas.
En resumen, las remesas son mucho más que transferencias monetarias. Son puentes de desarrollo y esperanza que, bien administrados, potencian el bienestar familiar y el crecimiento local. Con datos sólidos, buenas prácticas y una visión de largo plazo, comunidades y gobiernos pueden transformar este flujo en un motor sostenible para la prosperidad regional.
Referencias