En un escenario donde el dinero fluye de manera digital y las barreras entre el consumo y la inversión se difuminan, las tarjetas de crédito emergen como instrumentos clave. Desde 2024, el crecimiento del crédito bancario y del consumo ha mostrado dinámicas sin precedentes que plantean nuevas oportunidades y riesgos para particulares y pymes.
Los últimos datos de México reflejan que el crédito bancario al sector privado no financiero creció un 8,2% real anual en abril de 2025, mientras que el crédito al consumo alcanzó un 10,4% real anual. Estas cifras subrayan la importancia de los pasivos de corto plazo en la financiación de proyectos personales y empresariales.
En España, la solidez del sistema financiero se mantiene gracias a ratios robustos. Con un capital CET1 del 13,75% y una liquidez del 174,82% en el segundo trimestre de 2025, las entidades superan ampliamente los requisitos regulatorios. Esto ha permitido una mejora progresiva en el acceso a la financiación bancaria.
Adicionalmente, el mercado global de préstamos personales proyecta un crecimiento de 429.780 millones de dólares en 2025 a 1,094 billones en 2032, con una tasa compuesta anual del 14,3%. Este contexto impulsa una transformación digital en el sector financiero con fintechs y neobancos a la vanguardia.
Las tarjetas de crédito representan el 36,1% del crédito vigente al consumo y están muy cerca de consolidarse como la principal herramienta de financiación de corto plazo para individuos y pequeñas empresas. En España, al cierre de 2024 había 94,5 millones de tarjetas emitidas, con un volumen de compras de 352.593 millones de euros.
Entre 2020 y 2025, las transacciones electrónicas crecerán un 82%, pasando de un billón a 1,8 billones de operaciones. Este aumento responde a un comportamiento donde apertura a nuevas oportunidades financieras convive con hábitos de consumo diario. El 90% de los consumidores en 2025 ya utilizan pagos digitales, impulsando la innovación en productos de crédito.
Además, los bancos tradicionales y las fintechs han lanzado tarjetas con herramientas automáticas de ahorro e inversión. Estas permiten destinar porcentaje de las compras a fondos de inversión, criptomonedas o cuentas de ahorro, creando un ecosistema integrado que vincula cada pago con un objetivo financiero.
El uso de tarjetas de crédito para obtener liquidez inmediata y destinarla a inversiones de corto plazo se ha vuelto más común. Algunas de las modalidades más frecuentes incluyen:
Estas opciones ofrecen límites de crédito muy elevados y condiciones diferenciadas que favorecen operaciones rápidas. Sin embargo, requieren de una planificación previa y de un conocimiento básico de los mercados financieros para maximizar rendimientos y minimizar costos.
A pesar de las ventajas, el sobreendeudamiento en generaciones jóvenes se ha convertido en un problema relevante. La facilidad de acceso al crédito y la velocidad de las transacciones digitales pueden generar desequilibrios si no se gestionan con responsabilidad.
Entre los riesgos principales se encuentran:
Para evitar una gestión responsable del crédito ineficiente, es fundamental establecer límites claros, plazos de pago y utilizar simuladores que permitan proyectar escenarios de endeudamiento e inversión.
La digitalización ha democratizado el acceso al crédito y su aplicación en inversiones. Las aplicaciones móviles y las plataformas fintech ofrecen interfaces intuitivas donde el usuario puede monitorear saldos, planificar presupuestos y automatizar aportes a fondos de inversión.
No obstante, la educación financiera continua y práctica es esencial para que estos productos no se conviertan en armas de doble filo. Iniciativas de formación virtual, webinars y tutoriales implementados por entidades financieras buscan cerrar la brecha de conocimiento en la Generación Z y millennials.
Los principales impulsores de esta transición son:
A nivel global, Europa Occidental y EE.UU. lideran la digitalización del crédito, pero Asia-Pacífico y América Latina están experimentando un crecimiento acelerado gracias a la penetración de smartphones y a la oferta de productos inclusivos por parte de fintechs.
El futuro del puente entre crédito e inversión dependerá de la regulación prudencial, la innovación responsable y la existencia de una cultura de ahorro e inversión sólida en la sociedad.
En definitiva, el paso del crédito a la inversión mediante tarjetas representa un cambio de paradigma. Con una gestión estratégica, estas herramientas pueden convertirse en aliadas poderosas para construir patrimonio y acceder a nuevos mercados financieros. La clave está en combinar la tecnología con la educación y la disciplina para transformar cada compra en un peldaño hacia un futuro económico más seguro y próspero.
Referencias