En un entorno financiero cambiante como el de 2025, comprender las diferencias entre bonos y acciones es esencial para diseñar una cartera sólida y alineada con tus objetivos.
Los títulos de deuda con pagos fijos tienen un comportamiento muy distinto frente a las acciones. Conocer estas diferencias te ayudará a tomar decisiones basadas en tu perfil de riesgo.
Los bonos son emitidos por gobiernos y corporaciones con la promesa de devolver el principal más intereses al vencimiento. Las acciones representan la propiedad parcial de una empresa y ofrecen participación en beneficios empresariales.
A largo plazo, las acciones han superado de forma significativa la renta fija. Un ejemplo clásico:
Si hubieras invertido 1.000 € en el S&P 500 hace 30 años, hoy valdrían alrededor de 17.000 €. Ese mismo capital en bonos del Tesoro habría crecido hasta solo 4.000 €.
En los últimos años, el MSCI World ha ganado más de un 50 %, mientras los bonos han sufrido caídas de hasta un 17 % en precio por el aumento de tipos.
La previsión a diez años (diciembre de 2024) sitúa los retornos esperados en un 5,6 % anual para acciones de EE.UU. y 4,9 % para bonos agregados. Acciones fuera de EE.UU. y emergentes ofrecen entre un 9 % y un 11 % anual.
En 2025, la relación PER de la bolsa ronda 23 veces, con un rendimiento implícito del 4,35 %, inferior al 4,58 % de los bonos estadounidenses de 10 años: una situación histórica poco frecuente.
El riesgo y la volatilidad definen la elección entre renta fija y variable.
Los bonos presentan menor volatilidad y riesgo de crédito. No obstante, su precio puede caer si suben los tipos de interés o la inflación erosiona el valor real de los cupones.
Las acciones, por su parte, reaccionan con gran sensibilidad a noticias económicas, resultados empresariales o sucesos geopolíticos, generando potenciales ganancias y pérdidas significativas.
El ciclo actual de tipos tiende a descender, lo cual favorece la apreciación de los bonos: los precios suben cuando los tipos bajan. Además, los cupones actuales son más atractivos que los vistos en ciclos previos.
La inflación sigue siendo un riesgo. Un incremento sostenido afectaría negativamente a los bonos de cupón fijo, reduciendo el poder adquisitivo real de los ingresos generados.
Las valoraciones bursátiles están en niveles elevados, lo que aumenta el riesgo de corrección. La descorrelación reciente entre bonos y acciones sugiere que los títulos de deuda soberana ofrecen mejor relación rentabilidad/riesgo que la renta variable por primera vez en dos décadas.
No es necesario elegir exclusivamente entre bonos o acciones. Ambos activos pueden combinarse de forma óptima según tu tolerancia al riesgo y horizonte temporal.
Los bonos aportan diversificación y función defensiva, amortiguando caídas bursátiles. Las acciones proveen crecimiento y rendimientos superiores a largo plazo, especialmente en mercados emergentes y desarrollados fuera de EE.UU.
La asignación ideal depende de tus necesidades financieras, tolerancia al riesgo y plazo de inversión.
En 2025, muchos gestores sugieren incrementar el peso en bonos con grado de inversión para mitigar el riesgo de corrección bursátil.
Bonos: Ofrecen flujo de intereses regular, menor riesgo y cobertura ante caídas bursátiles. Su desventaja principal es la rentabilidad limitada y la exposición a tipos e inflación.
Acciones: Destacan por su alto potencial de crecimiento, liquidez y reparto de beneficios. Sin embargo, su volatilidad puede provocar pérdidas importantes en el corto plazo.
PIMCO anticipa un escenario favorable para los bonos en los próximos años, gracias a la estabilidad de tipos. BlackRock, en cambio, apuesta por la renta variable, confiando en el impulso de los beneficios empresariales.
Morningstar estima que los mercados desarrollados fuera de EE.UU. y los emergentes serán los más rentables, seguidos de bonos agregados y luego acciones estadounidenses. Otras firmas como Goldman Sachs, FXStreet y Janus Henderson refuerzan el atractivo de estrategias centradas en la calidad crediticia.
La elección entre bonos y acciones no debe verse como excluyente. Comprender sus características, riesgos y oportunidades te permitirá combinar ambos para diseñar una cartera sólida.
Evalúa tu perfil, define objetivos claros y ajusta las proporciones según el entorno macroeconómico. De ese modo, maximizarás tus posibilidades de éxito y navegarás con más confianza por el mundo de la inversión.
Referencias